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En Sobre el fulgor, la navaja, el autor, a través de un centenar de poemas breves, se interna en
ese estado de la poesía que, más que
razonar con el verso y la frase para hacer suspirar o crear ciertas
nostalgias, deja una suerte de meditación filosófica descarnada, ácida, letal: la
poesía como instrumento para quitarse de encima la posesión de lo imposible.
Lea Sobre el fulgor, la navaja
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Teorema (2004)
La sentencia o teorema que
anima esta obra es: Cuanto menos quiere el poeta levantar el lápiz, cuanto más la sangre agita en él sus banderas. ¿Puede el poeta cuando traza un poema hablar de la poesía misma? En otras palabras ¿Puede la poesía, con sus propios recursos, dictarle al poeta cómo es que se puede arribar
a ella, cómo construir su cuerpo y cómo tallar su imagen?
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Acto Mismo (1a. parte 1983 - 2a. parte 2003)
La primera parte
de Acto Mismo, se escribió en Mayo de 1983. Fue escrita de un solo golpe, en un relámpago de tiempo. Veinte años después,
el poeta ha experimentado la misma sensación de urgencia por la pluma, de paraísos disponibles y flujos de conciencia deslumbrantes.
El resultado ha sido, más que una segunda parte (la que se presenta por primera vez en esta página Web), la secuencia necesaria
para afirmar que la escritura es una liturgia, una revelación y el instrumento ideal
en eso que Octavio Paz llama “recobrar antiguos poderes y acceder al reino perdido”.
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Alquimia (2000)
¿Qué se tiene que mezclar,
decantar o sublimar para poder al fin escribir así sea una sola línea de poema? El autor apuesta
por la música de los grandes como Mahler, Rachmaninoff, Mozart o Sibelius, junto con un frasco de tinta y el tiempo suficiente
para procesar lo que atraviesa por su mente. El objetivo del poeta se cumple: el lector puede constatar que la Alquimia es
similar al Sueño: un sueño convertido en una lengua en la que las palabras, como los puños, según dice Cioran, rompen las mandíbulas.
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Blues del estratega (1a. Ed. 1996 - 2a. Ed. 1999)
El poeta canta por lo general la pérdida o la imposibilidad
del sentimiento amoroso, no su feliz realización. En Blues del Estratega, Ignacio García reincide en los espacios que
ha frecuentado durante su labor poética. La búsqueda incesante e inasible de la palabra, convertida ahora en un canto triste,
semejante al blues, a la melancolía, a la imposibilidad de decirlo todo a través de la escritura, pero siempre bajo
la premisa establecida por Joseph Brodsky quien enuncia que «Para el poeta, el rostro de cualquier poema es, por supuesto,
el rostro de su alma».
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Valéry regresa al mar (1998)
En este nuevo intento poético, el autor se interna en los instantes, circunstancias
y accidentes que envolvieron la escritura de El cementerio marino de Paul Valéry; trata de sumergirse en la deslumbrante
inteligencia de este escritor y acompañarlo en el acto de la escritura. Para ello, más que acometer el ensayo como punto de
apoyo, se decide por líneas y trazos que aquí y allá describen a un Valéry lúcido y penetrante, a la vez que (en un sentido
siempre interior) a un ser lleno de misticismo y profunda fe, cuando lápiz en mano, traza versos como ¡Qu'un long regard
sur le calme des dieux!
Leer "Valéry regresa al mar"
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Los Elementos
del Reino (1996)
Quise, con estos versos, traducir algunos estados de ánimo y del espíritu a los que el poeta se ve sometido en su vida
cotidiana. Por un lado, el contacto de la carne con los placeres de la tierra. Por otro, aquella voz interna que llama a la
reflexión: medita y se sumerge en breves espacios donde la divinidad adopta formas nada despreciables.
Suprimí universos, dejé sólo trazos. Espero que el lector diga sí, a alguna de estas líneas elementales.
Leer "Los Elementos del Reino"
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Ultimo Fuego (1995)
En este cuaderno, el autor intenta
espasmos y visiones que son el residuo de una luz aún más intensa, existente en otros universos y atrapable esporádicamente
por uno que otro amanuense. De estancia lejana y fugaz, sólo permite esta luz decir al poeta: Nada está completo sin ti
/ Sin ti el silencio tala mis palabras / las hace arder / en una sola lección hermosa / con un silencio de ardor, / un silencio agudo que todo lo despierta en la mente, / como un reino, como un decir de sílabas quemadas
Leer "Último Fuego"
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La Corona de Hierro (1991)
Escribo estas líneas sabedor de mis limitaciones. Tal vez, bajo la lógica impecable de Dadá cuando proclama
que no surgirán nuevas intensidades emotivas e intelectuales mientras el lenguaje no sea demolido.
Debo a un poema de John Keats la entrada a este texto. Escribo también bajo ese temor intenso ya sufrido por Borges:
“Nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y temores; que no sea en alguno de esos lenguajes, el
nombre poderoso de un dios.”
Leer "La Corona de Hierro"
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Elogio a la Corona (1990)
Convencido más bien por la sospecha de una corona dispersa en la nostalgia y el ardor de los hombres, esta serie de
poemas ha sido concebida como un reclamo. Como una necesidad urgente también; un llamado al cuerpo de la palabra que se niega.
Pero, a la vez, significa una lectura íntima (reconciliación amorosa) dentro de aquel guiño cómplice de quienes en su creación
recogen fragmentos de aquella palabra primera.
Leer "Elogio a la Corona"
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