ACERCA DEL AUTOR

 

Ignacio García, se dedica profesionalmente al diseño de software para computadoras. Desde hace 25 años labora en el Instituto de Ingeniería de la Universidad Veracruzana, en Veracruz, México. Ha sido también asesor de software de varias empresas mexicanas. Aparte de poesía y novela, ha escrito ensayos de literatura  en varias revistas y suplementos culturales.  

Está convencido que el poeta es, como bien afirma José Gorostiza, “un hombre de Dios”, y que la misión del poeta (si acaso la tiene)  es evitar que “el mundo desaparezca delante de nuestros ojos” (Jàcques Rivière dixit). A estas dos convicciones se añade una tercera: la poesía es un arte entre amigos. Es esa la razón por la cual el tiraje de cada uno de sus libros alcanza sólo los 25 ejemplares. Del 2001 al 2003 vivió en Los Ángeles, California, donde inició la escritura de tres de sus últimas obras. 

 

 

Desde hace 12 años,  reside en Boca del Río, Veracruz, México, lugar en el cual se ha inspirado para escribir  la mayor parte de su obra literaria, la cual abarca los cuadernos: Acto Mismo, Poemas donde la luz alterna, Polen del insomnio, La estación del mar, Elogio a la corona, La corona de hierro, Último fuego, Los elementos del Reino, Valèry regresa al mar, Blues del Estratega, Alquimia y Teorema, además de la novela en prosa poética de nombre Zona Interior.

 

 

En esta página Web se publica, por primera vez, la segunda parte de Acto Mismo, escrita también, como la primera, en un solo instante de escritura.

 

Prepara asimismo la publicación de dos obras más: una novela titulada Su nombre hasta ahora, en la que un poeta alcohólico, a través de flashbacks de memoria, narra una historia de pérdida y redención; y, además, una serie de poemas  en los que se responde a la pregunta: ¿Cómo se llama, quién es ese que interrumpe mi discurso y me hace decir cosas que yo no pretendía decir?

Intruso, es un Intruso, dice el poeta en este nuevo  cuaderno ¾escrito en un período de tiempo muy corto¾

y en el cual aquella presencia intrusa deja en él la huella de lo sublime, de un temblor, un malestar, pasmo y ahogo.