Espada & Mortero
El Plan Ecuménico
Ignacio García
El movimiento que se dice Ecuménico de unidad y avivamiento
espiritual, ha iniciado
otra escisión en la iglesia pero con propósitos diferentes a los
de la Reforma:
desacreditar la revelación
divina de las Escrituras en nombre
de “unir” a los
“cristianos” de todo el mundo.
Introducción
Uno de los más grandes avivamientos (si se le quiere llamar así)
de la historia del cristianismo, es sin duda la Reforma, no sólo la
circunstancialmente promovida a través de Lutero, sino la que inicia incluso
desde el siglo XII con los hermanos valdenses. El éxito más grande de este
movimiento, lo fue el énfasis puesto en la Biblia como la única autoridad
espiritual. Si bien las 95 tesis de Wittenberg condenaron la autoridad papal
sobre las almas, el hecho más importante de la Reforma fue el devolver al
cristiano y a la iglesia una sólida guía para un la salvación por fe y no por
obras, traducido en un crecimiento espiritual fuerte y verdadero: la negación de la infalibilidad papal, la
inexistencia del purgatorio, la falsedad de la remisión de pecados, el perdón
de pecados atribuible sólo a Dios, y la libertad para escudriñar personalmente
la Biblia, se hallan entre los logros máximos de la Reforma.
Si bien la Reforma fue un movimiento separatista, lo fue en el
sentido no de alejarse más de la autoridad bíblica, sino, al contrario,
alejarse de los mercaderes de la palabra de Dios y ceñirse más a una vida
consecuente con lo que las Escrituras, como revelación divina, dicen y hablan
al hombre.
La otra escisión
Su nueva “teología” así lo demuestra; una teología por demás
endeble en la que no se muestran signos de apología alguna por la misma
evidente falsedad en la doctrina. Una extraña mezcla de pentecostales, católico
romanos, adeptos al Nuevo Evangelio, la Palabra de fe, así como un número
impreciso de protestantes evangélicos mal entrenados en sus iglesias, van dando
forma a un movimiento que se percibe, desde las trincheras de algunos
cristianos bíblicos, como la verdadera apostasía de nuestros tiempos.
El movimiento Ecuménico y de avivamiento espiritual que conjuga
posturas sobrias y conservadoras con manifestaciones emocionales como la risa
santa, el parto ídem, las líneas de iniquidad, la guerra espiritual, etc.,
camina en sentido contrario a la verdadera revelación bíblica. La autoridad
bíblica ha sido reducida al capricho de los falsos profetas bajo, por lo menos,
tres escudos de utilería: la permisividad y el dogma de fe ¾extraídos de sus “hermanos” los católicos romanos; y luego una
especie de doctrina apologética con la que más que defenderse (¿con qué lo van a hacer si ya
echaron la Biblia a un bote de basura?), piden que no se les ataque, condenan
las separaciones y promueven una mezcla de creencias en la que existe de todo,
menos autoridad de la Palabra.
La Biblia a un lado
Si usted halla a uno de estos ecuménico-carismáticos, o peor,
tiene a uno que práctica estas aberraciones sentado al lado de su banca en la
iglesia evangélica, seguramente él no sabrá, si usted lo interroga, acerca de
los fundamentos bíblicos que soportan su propia doctrina conciliadora. No lo
saben, porque no la tienen. A cambio, han sido entrenados para que si alguien
les refuta su falsa enseñanza con la Biblia, ni siquiera se inmuten: no les interesa
la Biblia, interesa lo que digan sus “ungidos”. Tampoco reaccionan si uno les
dice que están bíblicamente mal: lo que la Biblia no prohíbe, es válido. Por
último, si usted les demuestra con las Escrituras que sus doctrinas son tan
risibles como la misma risa santa, o el parto famoso o la guerra santa o la
liberación espiritual; ni siquiera mueven las pestañas: no importa que esas
doctrinas no hallen sustento en la Biblia: les han enseñado que la práctica, la
tradición y el dogma de fe, le dan validez a sus vanas doctrinas. A la usanza
de la iglesia católica romana, ponen a sus “profetas” al nivel del Papa, y
obedecen lo que éstos les enseñan.
Un
ejemplo. En un e-mail enviado por un ecumenista al ministerio Way of
Life de extracción bíblica radical, se lee:
"Yo no
he encontrado nada en la Biblia que diga que debe ser utilizada como la sola
autoridad. La Biblia misma me parece una suerte de tradición, ya que no fue
considerada terminada en su forma actual sino muchos años después de que los
apóstoles murieron. Tuvimos que confiar en alguien para su autenticidad y forma
definitiva. En cambio, he hallado en la Biblia la exhortación de seguir la
propia tradición, sea hablada o escrita. Naturalmente, entiendo que está mal
seguir “la tradición de los hombres”.
Personalmente,
he tenido ya esta experiencia con algunas personas que entusiastamente hablan
de pertenecer a un “nuevo” movimiento en donde se le da todo el lugar al
Espíritu Santo y sus manifestaciones y “dones”; pero no sabía yo hasta qué
punto estaban y están dispuestos a ignorar la autoridad de la Biblia. Hablar
con uno de ellos, con la Biblia en la
mano, resulta infructuoso: no les importa la Biblia; ya están mentalmente
entrenados para creer a la emoción y a la catarsis que les proporcionan 4 horas
dominicales de engaño. Pero eso sí, se hacen llamar “cristianos católicos”,
“cristianos nuevos evangélicos”, “cristianos bendecidos de Toronto”, etcétera,
etcétera. Cualquier grupo que nombre a Cristo ya se auto-nombra “cristiano”.
¿Pero lo son en realidad? Uno no trataría de averiguar y los dejaría en la
soledad de su falsedad espiritual, si no fuera porque ellos han invertido
también el sentido de la enseñanza.
Apenas hace unos 15 o 20 años, los evangélicos protestantes de
cepa reformista y anclados en la autoridad bíblica, presumíamos de expandir el
evangelio y ser la fuente de enseñanza sólidamente bíblica para otros. Nuestra
defensa de la fe, por otro lado, enfocaba sus armas en contra de herejías como
las de los Testigos de Jehová, los mormones, la nueva Era, la iglesia de la Luz
y otras más de digna trayectoria hereje. Hoy es distinto: debemos defendernos y
estar muy atentos de las doctrinas que circulan por los pasillos y púlpitos de
nuestras iglesias. Esto es así, porque el bloque que forman los ecuménicos-carismáticos,
ha crecido en forma desmesurada, y lo ha hecho bajo la etiqueta de “cristiano”.
Lo que ha sucedido entonces no es el paso de una doctrina que va de nosotros a
ellos, sino que se filtra de ellos a nosotros. Los cristianos evangélicos mal
preparados han estado abrevando de estas doctrinas falsas; si bien no se quedan
en aquellas congregaciones hacen algo más peligroso aún: regresan a nuestras iglesias con estas “novedades” y con la creencia de
que se trata de un verdadero avivamiento de los “últimos tiempos”. Si el pastor
y la congregación no analizan concienzudamente estas doctrinas, al rato ya
tenemos una iglesia que comienza a hablar lenguas express, empiezan con turnos
de “profecías”, y a “liberar” a otros y a “romper” líneas de iniquidad; así
hasta que los miembros de la iglesia
terminan, o uniéndose al grupo
de aquellos, o se quedan en la misma iglesia con los mismos síntomas
desenfrenados de sus maestros: risa, gruñidos, euforia desmedida… ¿Y la Biblia?
¿Y Cristo? Bien, gracias.
Bajo estos parámetros (pero ¿acaso los tendrá?) pronto oímos que
ya fulano(a) se hizo “cristiano”… ¿Qué significa esto de que se hizo cristiano?
Las palabras engañan, porque siguen siendo las mismas que usamos como
evangélicos… el contenido de “ser cristiano”, sin embargo, ha cambiado
radicalmente. Porque se es cristiano no por definición ni salvando obstáculos
de una doctrina sólida a otra enfermiza y a todas luces falsa: se es cristiano
por ciertas normas bíblicas impuestas por Dios al hombre y que se manifiestan
en el que dice ser cristiano en la semejanza que su vida guarda con la de
Cristo Jesús: verdad, humildad, misericordia, templanza, etc.
El
día 04/08/2004 he hallado una noticia que transcribo completa por el interés de
este tema.
Pese a división entre cristianos, la
unidad es posible
KUALA LUMPUR, ago 3 (alc) - Como una tentativa de "reconciliar
hostilidades y divisiones del pasado" entre los cristianos, fue descrito
el documento básico que debate la Comisión de Fe y Constitución del Consejo
Mundial de Iglesias (CMI), reunida en esta capital de Malasia, del 28 de julio
al 6 de agosto.
Si el mundo cristiano está
dividido, si se ha quebrado la unidad de fe, si se ha enfriado la unidad del
amor y se ha desmantelado la esperanza de unidad. Sin embargo nada se ha
perdido por completo, declaró el metropolitano Gennadios de Sassima, del
Patriarcado Ecuménico y uno de los vice-moderadores de la Comisión de Fe y
Constitución al presentar el documento de estudio "Naturaleza y misión de
la iglesia".
La sesión plenaria de la Comisión reúne en Kuala
Lumpur a más de un centenar de teólogos y dirigentes de las diversas
confesiones cristianas, inclusive de la Iglesia Católica.
En el debate plenario, el obispo Hilarion, de la
Iglesia Ortodoxa Rusa, insistió en la importancia de reconocer que las iglesias
están profundamente divididas. Respecto a la afirmación del documento, de que
existe "comunión real pero no plenamente realizada", el obispo
ortodoxo advirtió que la Comisión debe "tomar más en serio la tragedia de
la división entre los cristianos".
En declaraciones a la
prensa, el obispo John A. Radano, director de la Sección Occidental del
Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, del Vaticano, anotó que el
estudio sobre eclesiología constituye el tema central en la mayoría de los
diálogos bilaterales entre las diferentes familias confesionales. Radano es uno
de los 12 representantes del Vaticano en la sesión.
Al promover perspectivas
comunes sobre la iglesia, el documento "Naturaleza y misión de la
iglesia" ayuda a entender el significado de los sacramentos, agregó
Radano. El obispo definió el movimiento ecuménico como "un don de
Dios" y subrayó que las divisiones entre los cristianos van contra los
propósitos de Cristo.
"Además, dijo, son un
escándalo para las personas y para el mundo, y constituyen un obstáculo para la
predicación del evangelio".
Uno de los mayores logros
de la Comisión fue la aprobación, en 1982, en Lima, Perú, del documento
"Bautismo, Eucaristía y Ministerio", conocido como BEM. El texto
representa una convergencia fundamental entre los cristianos que participan en
el movimiento ecuménico sobre las tres principales cuestiones doctrinales que
separan a las iglesias. Más de medio millón de copias del documente, en 35 idiomas,
circulan en el mundo.
El estudio sobre "Naturaleza y misión de la iglesia" todavía se
encuentra en etapa de proyecto, pero está en su "penúltima fase",
explicó Gennadios de Sassima. Se espera que pueda ser publicado antes de la
próxima Asamblea del CMI, que tendrá lugar en Porto Alegre, Brasil, en febrero
del 2006.
El acceso de
los evangélicos
Como
se mira en el texto, los ecuménicos creen que el aceite puede mezclarse con el
agua, y subrayan que “divisiones entre los cristianos van contra los propósitos
de Cristo”. Con este argumento, también anti-bíblico, tratan de unir a unos y
otros. La tarea ya está en marcha y muchos cristianos evangélicos, al adoptar
como suyas en sus iglesias prácticas de aquellos, ya se encuentran engrosando
las filas ecuménico-carismáticas de nulo sustento bíblico. Y es que el arma
principal de la pretendida alianza, no es la Biblia, por supuesto, sino una
serie de prácticas emocionales y de menor costo espiritual e intelectual: uno
que conmueva a la gente; lo de menos es que sea cristiana en el sentido
bíblico. En el auge de la emoción, el manejo de los sentimientos y la anulación
de su intelecto, muchos cristianos evangélicos ya permiten a “profetas” que les
saquen demonios y limpien sus casas de objetos demoníacos … Para Ripley.
¿Sin divisiones?
Que
Cristo no permita las divisiones, es una afirmación absurda. Habría que
recordar que Él fue quien dijo: “El que conmigo no es, contra mí es”. Si algo
tiene el mensaje de Cristo es su radical punto de vista de la división entre Él
y los que obran mal y /o no aceptan su mensaje. Por otro lado la esencia misma
del discurso radical de Jesús, la característica principal por lo que se le
conoce en los foros donde se debate el liderazgo universal, es exactamente que
nadie como Él es causa de división, aun en la familia (Mateo
10:35).
En todo caso, debe distinguirse muy bien en qué se quiere decir
cuando se habla de divisiones. Los ecuménicos hablan de que, siendo todos los
creyentes de una misma raíz histórica, no tiene porqué haber divisiones entre
ellos. Sí y no. Por un lado Pablo exhorta a que no haya ese tipo de divisiones:
lo dice a iglesias que creen en la autoridad de las Escrituras y el Señorío de
Cristo.
“Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros
divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un
mismo parecer” (1
Corintios 1:10).
No que fueran naturales, pero las divisiones son normales en la
iglesia desde que ésta se fundó:
“Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay
entre vosotros divisiones; y en parte lo creo”.(1
Corintios 1:18).
“Pues me temo que cuando llegue, no os halle tales como quiero, y
yo sea hallado de vosotros cual no queréis; que haya entre vosotros contiendas,
envidias, iras, divisiones, maledicencias, murmuraciones, soberbias,
desórdenes…” (2
Corintios 12:20).
En
estos casos Pablo llama a conciliar esas divisiones que más bien obedecían a
opiniones, modo de operar la iglesia y de clase social a veces. Pero existía
otro peligro: las divisiones causadas por puntos de vista doctrinales torcidos
o de conductas deshonestas. Así, el apóstol advierte y pide:
“Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones
y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido”. En este
punto, Pablo enfáticamente aconseja en el Señor “que os apartéis de ellos” (Romanos
16:17-18).
Si
esta separación no es “división” ¿entonces qué es? Véase que la tal división no es en contra de la buena convivencia
entre hermanos, sino una escisión de la sana doctrina: va en contra de los que
dicen: “Esto me gusta, esto no; esto es bíblico, aquello no…” Y Pablo añade:
“Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino
a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones
de los ingenuos”
¡Ah, cuántos de estos ingenuos atrapan los ecuménicos en las
iglesias evangélicas!
En
otra carta de Pablo que alude a la división no como una vergüenza social de la
iglesia en el sentido de “qué va a decir la gente que nos estamos
dividiendo...”, sino una separación que surge (se lo dice a Tito) del peligro de que la sana doctrina sea
fraccionada, dividida, por hombres perversos:
“Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con
firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras.
Estas cosas son buenas y útiles a los hombres. Pero evita las cuestiones
necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque
son vanas y sin provecho. Al hombre que cause divisiones, después de una y otra
amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está
condenado por su propio juicio”.
Poco
se estudia el hecho de que cuando éste hombre, pervertidor de la doctrina,
salía de la iglesia, no se iba solo: se iba con varios hermanos que habían creído
sus perversidades: se daba entonces una división
Pretender que no haya divisiones en nombre de soportar las mil
barbaridades doctrinarias de los ecuménicos, es absurdo; desear una unidad en
nombre de un amor humano y respetuoso, es más que absurdo. Ni la unidad ni el
movimiento ecuménico son un “don de Dios”, como ellos lo declaran. Quienes
dividen, son ellos, los ecuménicos: comienzan con la Palabra, y fingen unir la
fe. De estos, Judas dice:
“Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen
al Espíritu”.
La palabra sensual alude a los sentidos más que a lo espiritual; a
la risa, la emoción, el exorcismo, la atadura, el paroxismo, más que a una obra
genuina del Espíritu Santo. El obstáculo para la predicación (como ellos lo llaman)
ha sido elaborado por ellos: ¿Qué evangelio es el que se va a predicar? ¿El de
Jesucristo, Pablo, Pedro o la del falso
avivamiento espiritual con sus dosis de emoción bien suministrada?
Las escrituras para la defensa
Con el propósito de validar su Plan Ecuménico de unión entre las
diversas denominaciones cristianas, sus promotores echan mano de algunas
escrituras “escogidas” y ya cernidas de la Biblia. Una de ellas, es un exhorto a quienes nos oponemos a dicha
unión: se dicen rechazados y objetos de persecución. ¿Desde cuándo la
reprobación a doctrinas falsas es persecución? Se sienten perseguidos, pero ¿en
qué?...en la falsedad de sus enseñanzas. Los carismático-ecuménicos confunden
reprobación a sus doctrinas con persecución. Lo malo es que, al decirse
perseguidos en sus puntos de vista doctrinarios, no son capaces de defender sus
propias enseñanzas debido a una trampa que ellos mismos han creado: se dicen
cristianos, luego entonces deben aceptar la Biblia como autoridad divina; como
no lo hacen, es decir ni conocen ni quieren saber nada de la autoridad de la
Biblia, entonces su apología (defensa) debe hacerse con argumentos mundanos:
como éstos caen por su propio peso, recurren a otra trampa que ellos llaman de
carácter “igualmente divino”: la permisividad, la tradición, la experiencia y
el dogma de fe.
Un argumento muy utilizado al que apelan los ecuménicos es la
“advertencia de Gamaliel” a los discípulos de la primera iglesia:
“Y
ahora os digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o
esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podréis
destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios. (Hechos
5:38-39).
Como
toda Escritura que citan los emocionales, ésta se lee a medias, fuera de
contexto y en provecho del propio punto de vista ecuménico-carismático. Porque
si bien es cierto que Gamaliel dice eso, no afirma que Dios lo apruebe: la
Biblia sólo cita lo que Gamaliel dijo, no da por válido que sea inspiración
divina. Por otro lado, es falso que Dios apruebe el nacimiento de cualquier
movimiento fuera de su autoridad bíblica. Cristo mismo advirtió contra los
falsos profetas vestidos con piel de ovejas (Mateo
7:15). Si lo que los ecuménicos dicen con respecto a que se les
permita probar si su movimiento es o no de Dios, es una regla que debe
aplicarse entonces con todo el rigor a los musulmanes, a los testigos de
Jehová, a los mormones…A lo mejor son verdaderos. Finalmente,
no se trata de permitir o no permitir, sino de admitir o no admitir lo falaz de
su ministerio. A lo mejor nadie los detiene y su movimiento tiene éxito: pero
nunca el éxito ha sido prueba fehaciente de que la misión viene de Dios; tal
vez prosperen como dicen que dijo Gamaliel (menos aún con ayuda de muchos
cristianos evangélicos que se les unen); lo cual no quiere decir que los vamos
alcanzar en el camino para abrazarlos.
Si
con esto no convencen a los ingenuos creyentes que son atraídos a sus filas,
entonces emplean otra Escritura escogida: “No juzgues para que no seas
juzgado”. En otras palabras: “No tienes derecho a juzgar lo que tratamos de
hacer, porque la Biblia lo prohíbe”. Pero esto no es así como ellos tan
arbitrariamente lo citan: con exhortar a que no se les juzgue ya se están curando ya en salud desde antes. A
sus creyentes se les dice: Acepta a ojos cerrados, sin pensar, confiando en el
“espíritu”. Pero la Biblia, ciertamente,
prohíbe el juzgar en el sentido de emitir un juicio debido al modo de
vida de otra persona, jamás del hecho de que no sepamos distinguir una cosa de
la otra. No puedo juzgar a mi hermano, pero si discernir, analizar, y juzgar
acerca del material que le están ofreciendo como enseñanza cristiana cuando en
realidad se trata de doctrinas aberrantes. La Biblia enseña claramente:
“No
juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio” (Juan
7:24);
Y
también: “Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios,
y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di,
pues, ¿cuál de ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a
quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado”. (Lucas
7:41-43).
En cuanto a la enseñanza, Pablo claramente enseña que “asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás de la iglesia, juzguen” (1 Corintios 14:29)
El amor según los ecuménicos
En la desesperación por lograr la “alianza” entre sectas y
denominaciones, los ecuménico-carismáticos echan mano de un mandamiento
irrenunciable:
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo
os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que
sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. (Juan
13:34-35).
En primer lugar los ecuménicos confunden el término amor. En
segundo, el amor entre nosotros por muy compungido que éste sea, no puede
cubrir el error de dejar a un lado la autoridad divina de la Palabra de Dios.
Jesús amaba a todo el mundo; incluso a los fariseos y romanos: no por ello se
alió a los primeros para partir el pan y el vino; menos aún comulgó con sus
tradiciones humanas, ni eligió a varios de ellos para formar la base de su
discipulado como lanzadera de su Iglesia. El amor entre uno y otro nada tiene que
ver con hacer a un lado el Amor principal. El amor, no es, por mucho que se
crea, un sentimiento; no es una experiencia confusa que hoy dice sí y mañana
no. El amor es una elección que se demuestra así: “Si me amáis, guardad mis
mandamientos”. Al guardar los mandamientos de Jesús, ocurre un milagro: yo no
puedo amar a mi prójimo directamente, pero Jesús lo ama a través de mí…
¿Maravilloso ¿no? Pero ¿cómo puedo hablar de amor y a la vez
transgredir la más elemental de la enseñanza de Cristo? Los ecuménicos no sólo
quieren un amor que surge del sentimiento y acepta las debilidades y errores de
otros, sino que acepte comulgar con quienes han torcido la doctrina.
Jesús amó con intensidad, pero para juzgar fue aún más intenso.
Habría que ver mateo 23 para insistir que esa cadena de ¡Ayes! Es una mezcla
de juicio y condenación… y de amor; porque un amor que calla ante el error del
otro, no es amor. Es importante notar que Jesús no reprendió a los fariseos por
su celo a la obediencia en los detalles de la ley (Mateo
23:23), sino por:
Suplantar la palabra de Dios con tradiciones de hombres y
volvieron ineficaz la Palabra (Mateo
15:1-9);
Rechazar a Jesús y su autoridad única e inmutable (Mateo
12:22-24); 3)
Pervertir el evangelio (Mateo
23:15),
Practicar la auto-justificación de sus pecados y errores (Lucas
18:9-14); y
El alto grado de hipocresía mostrado en su estilo de vida (Mateo
3:23; Marcos
12:15; Lucas
12:1). Fueron los fariseos quienes estaban en primera fila en la
crucifixión de Cristo Jesús y quienes iniciaron las primeras persecuciones en
contra de los cristianos.
El
amor que los ecuménicos desean no es uno que se caracteriza por la obediencia y
la justicia, sino una mezcla de sentimientos que muchas veces se confunde con
el odio y es además perecedero. El amor del que habla la Biblia es obediencia
absoluta a Dios; es cuidado y absoluto conocimiento del juicio de Dios. La
dirección del amor bíblico, no va primero hacia quienes me rodean, sino a Dios
primero; y luego a mí mismo: si falla el primero ¿cómo me puedo amar a mí mismo
y, peor, cómo puedo amar a los demás? Los ecuménicos quieren fabricar un amor
que salte el de Dios, y sin más requisitos que la “buena voluntad”, dé fruto en
nuestro prójimo: nuestros demás “hermanos” de la “fe”. Absurdo.
No se los
impidáis
Por
último, los ecuménico-carismáticos se sirven de una cláusula de
exclusión-inclusión en los evangelios. Los pasajes que citan como apoyo a sus
alianzas son Marcos
9:38-40:
“Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu
nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque
no nos seguía. Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga
milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí. Porque el que no es contra
nosotros, por nosotros es”;
“Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba
fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.
Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por
nosotros es”.
Basados en estos versículos protestan diciendo que no es la
voluntad de Cristo el que nos opongamos a sus doctrinas, lo cual resulta (por
la mala lectura de los pasajes) no cierto. Jesús no prohíbe el escrutinio y
reprensión de falsas doctrinas como ya hemos visto en Mateo
7:15; Mateo
16:6-12; Mateo
24:4,5; Romanos
16:17; 1
Corintios 14:29; Galatas
1:8,9; Filipenses
3:2; Colosenses
2:8; 2
Tesalonicenses 3:14; 1 Timoteo
4:1-6; 2
Timoteo 2:16-18; Tito
1:9-11; 1 Juan
4:1; 2 Juan
1:8-11; Judas
1:3; Apocalipsis
2:6,14,15.
En
todas estas escrituras se nos exhorta a
señalar y exponer el error de los líderes cristianos o de aquellos que
auto-diciéndose tengan una doctrina “nueva” que exponer a los creyentes.
Entonces, “el no se lo impidáis” ¿Se contradice
con los pasajes anteriores? De ningún modo. En realidad Cristo está advirtiendo
a los discípulos dos cosas: control en el impulso natural de querer controlar a
otros, y 2) si bien los discípulos poseen autoridad, no toda la autoridad es de
ellos; la final pertenece a Cristo: en alguna forma trataba de evitar el
control papal absoluto, el control perverso que algunos líderes evangélicos
ejercen sobre sus creyentes. Por otro lado, nadie prohíbe a nadie que predique
el evangelio; simplemente se señala que ese evangelio no sea proclamado desde
lo torcido.
Compañeros de viaje
El plan ecuménico, si se mira con los ojos de la sensiblería y la
emoción, parece ciertamente bíblico. Resulta lamentable que en los estrados
donde se suben los prelados que creen más a la autoridad papal que a la Biblia,
los acompañen pastores que se dicen cristianos evangélicos… Y ojalá ellos
subieran solos, pero no es así. Detrás de ellos llevan consigo a miles de sus
creyentes. Porque lo peor del asunto es que esos líderes que asoman en las
convenciones ecuménicas o desde sus templos apoyan a éstos, son regularmente de
cierta fama y prestigio; y entonces el creyente evangélico razona: si ese
famoso pastor acepta esa doctrina ¿por qué yo no?. Los otros cómplices son
aquellos que no advertimos a nuestros hermanos de la iglesia local el peligro
de ser atraídos al terreno de las falsas doctrinas. Por esa omisión lamentable,
muchas iglesias que se dicen cristianas evangélicas, han sufrido ya
cuarteaduras y dejan pasar por ellas a los que se dicen profetas y sacan
demonios y hablan lenguas y limpian casas. De no estar preparados en la Palabra
de Dios, firmes en su autoridad y poderosos en dar razón de nuestra fe, pronto
los ecuménicos estarán en nuestros mismos púlpitos pidiendo nuestro voto para
aceptarlos como “profetas y apóstoles” en nuestras iglesias… Los ingenuos y mal
preparados serán los primeros en levantar la mano en señal de apoyo.