Espada & Mortero

 

Jesús y el Diablo

 

Ignacio García

 

 

La defensa de Jesús contra las embestidas de Satanás, siguen un patrón,

un modelo al que debemos de ajustarnos en la lucha contra

huestes espirituales en los aires.

 

 

 

Introducción

 

La pretendida autoridad

 

Uno de los pasajes preferidos de quienes siguen la doctrina de la "guerra espiritual" (GE para facilitar la cosa), y que usan para avalar su práctica religiosa, es Mateo 10:1 que dice:

 

“Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia”.

 

Al adjudicarse esa autoridad, presumirla y decir que la ejercen, algunos sedicentes profetas y maestros deberían responsabilizarse (no lo hacen) de dos consecuencias lógicas: dar honra a esa autoridad y ser discípulos ejemplares. No se puede asumir lo uno sin lo otro. No puedo decir: “Me gusta que Jesús me dé autoridad”, pero no ser responsable con esa autoridad en las manos, y, también, no seguir las enseñanzas de mi Maestro.

La adopción de una autoridad implica cumplir con ciertos parámetros que casi siempre tienen que ver con prácticas y conductas que nos ha enseñado aquel de quien emana la autoridad. Por ejemplo, en la universidad donde laboro se me ha dado autoridad para ejercer mi cátedra dentro de las aulas. Pero esa autoridad para enseñar tiene dos rostros: por un lado obedece a las normas y estatutos de esa universidad; en otras palabras, en el aula soy la imagen de lo que en conjunto la universidad aspira a ser (representar) ante la sociedad. Por otro lado, mi autoridad está basada en conocimientos que he adquirido a través del intelecto y que me sirve para impartir mis materias. Así, se dice de alguien que es una autoridad (tiene dominio) en física cuántica, en arte medieval, en Antiguo Testamento, etcétera.

Si yo ejerzo la autoridad que se me ha dado fuera de la imagen y pretensiones de quien me ha delegado tal poder, ya no estoy cumpliendo con los propósitos para los cuales se me dio esa autoridad. Lo mismo: si mi preparación intelectual, emocional y espiritual, no está a la altura de lo que mi Maestro desea yo enseñe, mi autoridad se ve mermada.

Aun, si dejo una cosa y tomo por comodidad la otra, estoy fracasando en ser fiel a esa autoridad. Es decir, puedo muy bien seguir las normas y estatutos (doctrina) que se me ordenan, pero no llenar los requisitos (engañar) acerca de mi dominio sobre el tema que enseño; o al revés: tener control sobre el tema pero violar flagrantemente los métodos que se me han indicado para ejercer esa autoridad. En ambos casos, estoy siendo deshonesto con esa autoridad. En mi opinión, los GE no cumplen ni una ni otra de estas condiciones exigidas por Jesús para ejercer la autoridad que Él, dicen, Jesús les ha dado.


La fallida autoridad de los discípulos

 

El discipulado cristiano es más radical que lo arriba descrito: demanda absoluta obediencia a las enseñanzas de Jesús, pretende que sus seguidores le imiten, sean como Él: seres que aspiran a la estatura del varón perfecto.

En Mateo 17:14-21 se ilustra esto que hablamos: los discípulos fallaron en una de las condiciones para ejercer autoridad y, claro, el demonio en un muchacho lunático, se les resistía. Cuando Jesús llegó al lugar de los hechos, el muchacho seguía en las mismas condiciones que antes.

Pocas veces se observa (así sea por estadísticas) cuántos de los exorcizados por los GE, de verdad son “curados”; cuántos dejan la baja auto-estima, las depresiones, la angustia, los pensamientos lascivos o alguna enfermedad crónica. Lo que sí se observa es que de un domingo a otro, los mismos rostros, los mismos nombres y mismas dolencias, regresan para ver, si esta vez, sí resulta la sacada de demonios.

Dios, en su infinita misericordia quiera librar a toda esta gente de manos de sus engañadores.

Sigamos con la historia. Marcos 9:14-29 amplía el escenario y dice que cuando Jesús llegó al escenario,  los escribas disputaban con los discípulos. ¿Qué disputaban? Casi seguro acerca de qué había fallado en todo este proceso. Tal vez los discípulos decían: “Pero, es que hicimos tal y cómo Él nos dijo...Lo hicimos cómo hemos visto que Él lo hace. O a lo mejor, en vez de aceite de olivo lo ‘ungimos’ con uno de cártamo” Por supuesto, creo que ninguno de los discípulos lo estaba haciendo a su modo, pero si lo hizo, vio que no funcionaba la reprensión al demonio, y ajustó la práctica a la enseñanza del maestro.

Por su lado, los escribas argumentaban a su favor: “Les dije que ese Jesús y su pretendida autoridad sobre los demonios, no funciona”. Fuera lo que fuera, algo andaba mal en el ejercicio de poder de los discípulos. Jesús se molesta con ellos y les llama “generación incrédula”. El asunto del fracaso se hallaba en algo que aún los discípulos no habían aprendido del todo: la fe. El ingrediente esencial que sólo surge por ayuno y oración. Una falla en el proceso de aprendizaje, y los discípulos habían fracasado; tendrían que volver a empezar. Cuando lo hicieron, asumieron el modelo espiritual de Jesús y tuvieron éxito. Tal modelo no incluía sólo la parte espiritual e intelectual (oración, ayuno, conocimiento de Dios), sino agregaba la forma, el método, el asunto práctico de cómo había que enfrentar esta batalla con el mundo espiritual y sus huestes malignas. Dejar lo uno y tomar lo otro nos hace discípulos de Buda, Mahoma, Russel, Stregger, Andel, de cualquier otro líder falso, menos de Jesucristo.


De cómo Jesús enfrenta al Diablo

 

Esta entrada sirve para movernos en el tema de cómo enseño Jesús a enfrentar al diablo. Es claro que la guerra contra el príncipe de este mundo se establece en Génesis 3:15 “Pondré enemistad entre ti y la mujer...”. Dice John Stott (y estoy de acuerdo con él) que la actividad de Satanás y sus demonios, se incrementa al nacimiento de Jesucristo y su posterior inicio de ministerio sobre la tierra. Así es como vemos que Satanás aparece en escena apenas Jesús decide que es tiempo de dar a conocer su mensaje en público.

La tentación de Jesús Mateo 4 narra este primer enfrentamiento:

 
“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está:  A sus ángeles mandará acerca de ti, y, En sus manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.


La palabra “Satán” es utilizada por Jesús (y luego traducida al griego como tal) para denotar el calificativo de “adversario”, “oponente”, básicamente, de los propósitos de Dios. Satanás tienta (seduce es la palabra adecuada). En este caso, y prácticamente todos los demás, la tentación viene bajo el rostro de una necesidad real y duda lógica que provoca en el tentado un deseo inapropiado: esta es el arma favorita de Satanás. Para tentar, recurre al engaño, a la mentira, al subterfugio. Sin embargo, para poder hacer que sus adversarios caigan requiere de éstos dos estados: ineficiencia espiritual y carencia intelectual. En el caso de Jesús, Satanás ataca en las áreas de necesidad física (hambre), emocional (necesidad de seguridad), psicológica (control y poder), en el plano intelectual (a ver si te sabes las Escrituras) y lógicamente espiritual (duda acerca de su misión mesiánica futura). Para entender que las tentaciones (que no ataques) se suceden en éste ámbito, es necesario aceptar que aquí Jesús es cien por ciento hombre: tomar un poco de su deidad y poder para enfrentar esta lucha, hubiera sido una trampa. Frente a Satanás, príncipe de este mundo, Jesús es sólo eso: un hombre como todos nosotros.

Muchos fanáticos religiosos de la guerra espiritual argumentan que Jesús procedió con Satanás como lo hizo, porque Él era el hijo de Dios; lo dicen como descartándose que ellos lo sean y con ello justifican la acción de técnicas totalmente contrarias a las utilizadas por el Señor: prefieren seguir otras “técnicas” más depuradas en lo que equivocadamente llaman “guerra contra el enemigo”.

En la respuesta y defensa de Jesús, sin embargo, no observamos ninguna de esas “técnicas”. Su defensa está totalmente basada en responder con la Palabra de Dios, la cual conocía ampliamente:  por haberla leído y estudiado y no por un fogonazo de iluminación repentina. Satanás lo tienta por ahí: cita las Escrituras fuera de contexto. El pasaje está en la Biblia, pero Satanás lo cita alegremente: una misma escritura no se puede utilizar para dudar y afirmar a la vez. El diablo argumenta: “Si eres el Hijo de Dios...” (la duda), “échate abajo...” (la prueba) “Porque está escrito...” (la afirmación). Esta exégesis de Satanás es totalmente torcida... se parece a los de la GE.

La Biblia no es un libro que deba leerse bajo la duda razonable para extraer de ahí una verdad relativa. Pero los fanáticos no entienden esto. Véanse, analícense, los argumentos de los seguidores de las lenguas, las maldiciones generacionales, la risa, la prosperidad, las marchas para atar territorios, y más, y se verá que sus tesis operan de igual forma que las de Satanás: las Escrituras fuera de contexto y manipuladas para el logro único de sus propósitos.

Ahora, lo que hace Satanás lo hace con la “esperanza” de que Jesús desconozca las Escrituras, lo cual no sucede. Jesús sabe que Satanás cita a un salmista desconocido ¾no creo que Él supiera se trataba del Salmo 91:11-12, porque en su tiempo las Escrituras no estaban numeradas así. Sin embargo, Jesús no niega el valor de esa Escritura, no la anula. A cambio de ello opone otra cita que Satanás sí conoce, pero no le agrada: “No tentarás al Señor tu Dios” (Deuteronomio 6:16) La cita de Jesús cae de refilón a la memoria de Satanás: en los versos 14 y 15 de este mismo pasaje, se lee:

 

“No andaréis en pos de dioses ajenos, de los dioses de los pueblos que están en vuestros contornos; porque el Dios celoso, Jehová tu Dios, en medio de ti está; para que no se inflame el furor de Jehová tu Dios contra ti, y te destruya de sobre la tierra”.


Que la defensa de Jesús se basó en el conocimiento de la Palabra de Dios, no cabe duda. “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, nos habla de un ejercicio espiritual e intelectual que se lleva a diario: así como tres veces al día nos alimentamos, así cada período de 24 deberíamos gastar, al menos unos minutos, alimentándonos de su Palabra.

Finalmente, Jesús vence al diablo en un combate que nos deja las siguientes enseñanzas:

·        Jesús reconoció al opositor y midió fuerzas con él

·        Las armas de Jesús fueron: ayuno, oración (armas pasivas) y la Palabra de Dios (arma activa),

·        Jesús tuvo a la mano a Satanás, pero no lo ató, no lo conquistó ¿Por qué sería? Si Jesús no lo ató fue porque para todo existe un tiempo y ese tiempo es de Dios ¿Por qué ahora los GE invalidan este principio y andan queriendo atar a deidades de los cielos y al propio Satanás?

·        En vez de eso, simplemente le amonestó diciendo “Vete” y le citó una vez más las Escrituras: un principio único, reverente, exitoso, infalible: “Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”

 

La embestida a/y de Pedro

 

La defensa de Jesús contra las embestidas de Satanás, siguen un patrón, un modelo al que debemos de ajustarnos en la lucha contra huestes espirituales en los aires. Un encuentro más entre ambos ocurre entre Jesús y la persona de Pedro. Aquí, el arma de Satanás es utilizar los argumentos de Pedro para aconsejar a Jesús no ir a Jerusalén para morir. Mateo 16:21-23 dice:

“Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: “

 

¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.


Otra vez, la estrategia de Satanás se basa, más que en la mentira y el engaño, en la seducción del pensamiento, de la mente. La exhortación de Pedro a Jesús, desde un punto de vista bien humano, no parece tener nada de despreciable. La NVI traduce mucho mejor las palabras del discípulo.

 

“¡De ninguna manera, Señor! ¡Esto no te sucederá jamás! “

 

A oídos de cualquier otro hombre hubiera desprendido una serie de agradecimientos y palmadas de hombros. Pero Jesús detecta la sutileza de esas palabras. Llama a Pedro, Satanás ( “adversario”, “el que se opone”), y le dice: “Apártate de mí”, en una traducción mejor de la NIV (en inglés) dice “Detrás de mí, Satanás”. Pedro debió haber reaccionado con una mezcla de asombro y duda: “¿Es que dije algo malo?” No, no eran las palabras en sí, sino la intención; querer persuadirlo de no cumplir con su obra, la muerte en la cruz y así evitar la derrota definitiva de Satanás.

Esta es la verdadera batalla. Si se ve, Jesús no hace por exorcizar a Pedro, atarle los demonios, amenazar con gritos y aspavientos de los brazos. Nada, simplemente utiliza la defensa única: Jesús tenía puesta su mira en el propósito de Dios, para Él y para los hombres. En seguida, y de una vez por todas, emparienta a Pedro y a nosotros con lo que Él mismo va a hacer: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Ésta es la única defensa posible y eficaz contra las acechanzas del enemigo.

Pedro quedó como si nada. Jesús jamás lo acusó de poseer un espíritu inmundo, o lo obligó (cobrándole una cuota jugosa de 100 dracmas) a asistir a algún curso de “guerra espiritual”, “estrategias contra el enemigo”, o “armaduras de dios”. Tan bien y contento andaba el discípulo que:

 

“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él”.

 

 Hermoso privilegio para alguien que fue usado por  Satanás ¿no?

 

Los demonios que Jesús dejó escapar

 

Si Jesús es mi Maestro y Señor, y una de las áreas que debo enfrentar por serlo es la lucha a nivel espiritual, ¿por qué he de hacer las cosas diferentes a como Él las hacía? ¿Por qué presumir de autoridad sobre los demonios y deshonrar esa autoridad con mi impotencia e ignorancia? El Señor hizo una diferencia bien marcada entre enfermos y endemoniados; jamás se le oye decir que la suegra de Pedro, por ejemplo, tenía el demonio de la fiebre: simplemente la tocó y ella sanó de un malestar físico. De igual forma trató con leprosos, cojos, paralíticos, ciegos, mudos, mancos, mujeres con flujo de sangre. A pesar de que los fariseos consideraban a esta gente inmunda, Jesús les opuso una opinión diferente: los amó y curó sus dolencias. En este sentido Jesús era un judío que no se comportaba como judío. Porque a éstos les estaba prohibido por la ley ceremonial,  acercarse a los leprosos; si alguno de ellos lo hacía, se volvía también inmundo y tenía entonces que realizar un acto de purificación para limpiarse. Pero Jesús se acercó a ellos y reinterpretó maravillosamente el sentido de la ley: los tocó, y al hacerlo los resultados se invirtieron: no sólo Jesús no se contaminó, sino que los leprosos eran limpiados. Maravillas del amor de Dios.

Examínese la doctrina de la GE, y verá usted, lector, que obran en sentido contrario con respecto a la enfermedades de sus creyentes.

Existen más pasajes en la Biblia que muestran la forma en que Jesús procedió en la lucha espiritual, al examinarlos, nos damos cuenta de que jamás hizo nada que se parezca a las prácticas actuales de los GE. En Mateo 8:28-34 los demonios se presentan en la persona de un hombre gadareno. Si se lee con cuidado, notará lo siguiente:

·        Los demonios reconocen a Jesús por su nombre, y su autoridad (dominio) sobre ellos

·        Ante esta autoridad, los demonios no inician una guerra ni Jesús se las ofrece: ellos simplemente piden una tregua,

·        Jesús demuestra (sin gritos ni sombrerazos) control total de la situación.

 

¿Por qué al recibir autoridad de Él sobre los demonios sólo se tomar el dominio pero no el ejemplo de cómo se ejerce el mismo? La pregunta es para los GE.

 

Los demonios salen a la voz de ya

 

Hay un pasaje en Mateo 15:21-28 que es realmente impresionante.


“Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora”.


El pasaje es uno de los más controvertidos en el NT, yo me limitaré a comentar lo que atañe al tema. Para quienes piensan que Jesús sólo andaba viendo adónde había un demonio para expulsarlo,  o que los veía hasta en la sopa que comía, esta historia nos demuestra que no es así. Su aparente indiferencia ante la petición de la mujer es ilustrativa: “Jesús no le respondió palabra”. ¡Pero se trataba de un demonio! Pero tampoco los discípulos se inmutaron ante la posibilidad de una “guerra espiritual”, al contrario, le dicen a Jesús: “Despídela, porque nos molestan sus gritos”.

Con una respuesta total y definitiva, Jesús pone en orden las cosas del Reino de Dios: primero está en cumplir mi misión, en el sitio que se me ha asignado, en el tiempo permitido, y luego, tal vez, quizá, iré a echar demonios a donde no me llamaron. Aun, bajo la insistencia de la mujer, Jesús se muestra renuente a enfrentar al “enemigo”. No es sino después de varios intentos, que la mujer logra la atención y concesión de Jesús. El Señor cede. Pero cuando lo hace no llama a sus discípulos y les dice que se “armen” y se preparen para “ungir”, ni que tomen estacas pintadas con su nombre (por si las dudas) o estén listos para un griterío de una a dos horas; y que por otras tres se dispongan a repetir incansablemente. “En el nombre de Jesús... ¡Sal!”.

No sucede tal cosa. Por el contrario, es impresionante la forma en que Jesús reprende y expulsa al demonio: desde lejos y en ese instante. Yo todavía no conozco uno solo de los GE que hagan tal cosa... a pesar de que presumen de tener “autoridad” sobre los demonios.

La autoridad de Jesús no es un poder de estira y afloja. Aquí la muchacha no fue ni siquiera tocada. Lo más relevante de esa autoridad: no necesitó más que de una sola reprensión aquel demonio lejano, para abandonar a la chica. Lo mismo ocurrió con el muchacho lunático de Mateo 17. Pretender que se tiene un poder proveniente de Jesús, y ver que este opera con estiras y aflojas de unas veces no y otras tampoco, me parece que establece en quienes atestiguan esta “autoridad” una duda más que razonable.


Usted se preguntara, después de todo lo aquí expuesto, cómo le hacen los líderes de la GE para convencer a sus seguidores de que poseen autoridad cuando no la demuestran y a cambio les proponen todo un inventario de terror. Fácil: la doctrina de los fanáticos es de las llamadas permisivas. Esto se traduce así: “Si la Biblia no lo prohíbe, entonces debe estar permitido”. En otras palabras, se adjudican una autoridad para permitir prácticas prohibidas, pero a la vez, prohibir las sí permitidas”. Éste, es el verdadero engaño de Satanás. Si no mal recuerdo, es por lo que Jesús acusó, señaló y condenó a los fariseos. Los GE son muy listos para hablar de “las obras del diablo”. Cuando los fariseos hablaron diciendo:

 

“Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais. Pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no hizo esto Abraham. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre”.


Muchas son las “obras” que se le adjudican a Satanás: he aquí una de ellas que no tiene nada que ver con enfermedades supuestas, o ataques violentos ni sacudidas o calambres. Los fariseos permisivos hacían obras, acciones, pensamientos, que eran del diablo. Y otra vez, curiosamente, decían una verdad a medias: “Somos hijos de Abraham”. A medias porque (y aquí subrayo), dice Jesús: “Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais”. Es como parafrasearles a los GE: “Si tuvieras la autoridad de Jesús, actuarías de igual forma que Él.” Así de simple.

Pero, al contrario de los demonios, que escuchan y obedecen la voz del Señor, los fariseos (y muchos imitadores de sus obras) no lo hacen. En una reprensión al demonio que registran tanto Mateo como Marcos, se presenta un hecho paradójico: la expulsión de un espíritu sordo y mudo. Bueno, pues hasta ese demonio sordo salió del muchacho y no volvió a entrar en él. Tanto grito y repetición de “Sal, sal te ordeno que salgas” me hacen pensar que, ante las voces de los GE, los espíritus se hacen (no son) los sordos. Lo que demuestra una falta de autoridad total.


Un comentario de Jesús en Marcos 3:27:

 

“Ninguno puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata, y entonces podrá saquear su casa”

 

hace imaginar a los GE que ya tienen “autoridad” para atar al diablo. Por enésima vez,  leen mal (si es que leen), y lo hacen fuera de contexto. Los GE ponen manos a la obra inmediatamente y tratan infructuosamente de “atar” al diablo por quítame estas pajas. ¿Por qué Jesús no lo ató y sólo refiere que hay que hacerlo? Porque no es sino hasta Apocalipsis 20 donde Satanás es atado por mil años, y luego definitivamente arrojado al abismo, y encerrado. En tanto, y aunque parezca raro, Jesús explica a la gente que Satanás no es tan tonto, y, de alguna forma, reconoce su estrategia de no dividirse a sí mismo para no ser derrotado en ese momento.


Un texto, tan largo como este, sería el que explicara otra de las pretensiones de los GE para expulsar demonios. Se trata del famoso pasaje de Mateo 16:13-20 en el que Jesús da a Pedro las llaves de los cielos para atar en la tierra y desatar en el cielo, y viceversa. Pero, si se me permite, ese será tema de otra aportación.

Lo que importa en el Reino

 

En tanto, en Lucas 10:19-20 Jesús ofrece un punto de vista muy diferente al de los GE. Si bien el Señor reconoce la existencia del maligno, de sus intenciones seductoras y actividad entre los hombres, Jesús  privilegia el hecho de que Él tiene el poder y no el otro. Por otro lado, Jesús da prioridad no a “la guerra espiritual”, sino que eleva a categoría de gozo,  no la batalla contra el enemigo   sino el conocimiento de la verdad de un evangelio glorioso.

 

“Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”.


La enseñanza de Jesús referente a su trato y contienda con Satanás, nos  lleva a los últimos momentos de su vida, y a la pregunta de si sus discípulos aprendieron la lección. En el momento más difícil de su vida, a punto de ser crucificado, Jesús advierte a sus discípulos no que ha sido vencido por Satanás, sino, precisamente, todo lo contrario: que el diablo no tiene ya nada que ver con Él (Juan 12:27-32). En medio de la angustia, se le oye decir:

 

“Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez. Y la multitud que estaba allí, y había oído la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado. Respondió Jesús y dijo: No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros. Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”.


El contraste de una vida pasada y la presente es ésta: Jesús es ahora quien nos atrae a Él,  y no el perdedor que ha sido vencido y echado. El mismo Juan, en su primera carta, dos veces hace referencia a lo siguiente:

 

“Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno”.

 

Los GE contradicen esta Escritura y reclutan a sus jóvenes diciendo: “todavía no vences a Satanás  del todo: alístate para la “guerra”. Y los meten en un rito de miedo y culpa más que de gozo y liberación.


A cambio de una convivencia diaria con el diablo-maligno que se involucra en todas las áreas de mi vida (comida, salud, paseos, diversiones, enfermedades, emociones y sentimientos), Jesús habla de un Consolador:

 

“Cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado”.

 

Más claro, ni el agua. Si el Espíritu Santo no me está convenciendo de juicio en el sentido de que Satanás ya ha sido juzgado, algo anda mal con mi vida cristiana. Si hago de la obra de Cristo y la presencia del Espíritu Santo una verdad a medias, inacabada, imperfecta, peor es mi situación entonces.


En Colosenses se me dice, confirmando lo anterior:

 

“Porque en él (Cristo) habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad”.

 

Dice Pablo que “Estamos completos en Él” porque hemos sido hechos a Su naturaleza... No a la del diablo. No estamos ni somos mancos ni cojos espiritualmente. Si habremos de referirnos a potestades y principados, debemos de hacerlo refiriéndonos a quien tiene todo el poder sobre los mismos. Dedicar tiempo, energía, esfuerzo y cuidados a los “ataques del enemigo”, es un verdadero desperdicio de vida.

Pero si más verdad se quiere aún, he aquí esta hermoso pasaje de Colosense 2:13-15:

 

“Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”.

 

Sólo el que quiere seguir manipulando las escrituras con eso de las “guerras” es incapaz de entender lo aquí escrito por el apóstol Pablo.


REMATE

Se verá extraño que en tanto los GE combaten a los demonios, yo me les oponga a los GE. Alguien podría decir: lo que no mata engorda, dejemos que ellos hagan lo que la Biblia no prohíbe. Pero ya me he referido a que este es precisamente el método usado por Satanás para engañar: la permisión. En realidad cada cristiano tiene su lucha no contra sangre y carne, esto es cierto;  pero tal lucha no es como los GE tratan de hacérnosla aparecer. La vida cristiana exige mucho más que andar echando demonios a manotazos. El reto de ser un discípulo del Señor, rendirle obediencia, es un hueso duro de roer. Para algunos es más sencillo ser emocionales y carismáticos, que conocedores y estudiosos de las Escrituras; ya se ha señalado la forma en que Jesús utilizó su conocimiento de la Palabra para contender (que no “guerrear”) contra Satán.


La máxima del cristianismo es ésta: ser imitadores de Él, ser santos como Él es santo, tratar de llegar a la estatura del varón perfecto. Fuera de esto, es difícil hallar una mejor definición de lo que es ser Su discípulo.

El cristianismo es una vida de contrastes entre el presente y el pasado; entre lo que era yo antes y lo que soy ahora en Cristo. Si éste que ahora soy es un ser lleno de culpas, de practicas que se mezclan con la hechicería, ignorancia de las Escrituras, abusado espiritualmente, con miedo constante a los demonios y con una familia a la que estoy enseñando que el diablo está en la sopa de letras y números que pueden formar el 666; si eso es lo que soy, entonces no he logrado contraste alguno entre el ayer y hoy de mi vida

Contrario a la doctrina fraudulenta de los GE, el presente de hoy, en Cristo Jesús, es un presente vivo, de gozo por la vida, de mil dificultades que a diario afronto: complejos, incapacidades, estorbos espirituales, pensamientos torcidos y falta de fe en determinado momento. Pero mi gozo y seguridad no se hallan en mis limitaciones, se centran, por el contrario,  en el poder de Jesucristo quien en primer lugar y ante todo sabe de estas debilidades, y, en seguida, las perdona, lava y pule para ser de mí un hombre mejor cada día.


En el contraste de lo que soy y lo que era, tengo que elegir por lo que soy ahora y comparar: si estaba muerto en mis delitos y pecados, ahora estoy vivo para Dios; si era yo hijo de la ira, ahora soy salvo por la gracia de Dios; si era seguidor de la corriente de este mundo, ahora sigo la verdad del hombre que me amó y se entregó a sí mismo por mí; si antes era yo enemigo de Dios, ahora me sé no sólo su amigo como Abraham, sino aun, su hijo mediante Cristo Jesús; si en el pasado era yo esclavo de Satanás, ahora me sé libre en Cristo para amar, y servirle a Él y a mi prójimo; si antes hacía yo la voluntad de la carne, la Biblia me enseña hoy a renovar mi mente para así comprobar cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.


Mi lucha contra potestades y huestes espirituales de maldad en las regiones celestes, se lleva a cabo bajo este contexto. Si se ve, es mucho más difícil este estilo de vida que el sólo andar espantando a gritos a los demonios. Es difícil, pero tiene sus recompensas, la mayor de ellas, una paz espiritual que sobrepasa todo entendimiento.